domingo, 5 de julio de 2009

ALMA KARLA SANDOVAL/ LA MISMA ESCARCHA


Todas las nubes llevan a ninguna parte
iremos y crecerá un lazo con escarcha
o la luz que siempre brilla cuando se cierra la maleta
cuando se escucha el latido cardinal del viaje
y lo que sobra es nube en el bolsillo
como tizne de otro sueño

allá arriba la infancia está cumpliéndose
allá con el infinito y el avión somos la víscera
el escondite de ese vuelo porque la familia fue la espina
el dolor más caliente de la tierra
que dio con el parque donde enterrar a solas otra lágrima

la libertad es el espejismo de las nubes
el poeta las dibuja sin abrir los ojos
la poeta las dobla en un papel con viento
el poeta duerme suspendido
la poeta pide café y otra ventana

¿dónde queda Ninguna Parte?
¿es la república donde el jardín comienza
y no hay más cielo que se agote
más color ensangrentado?

si volver es prolongar las dudas
si quedarse es saber morir de una vez y para siempre

la tristeza del artista
es un aullido en aeropuertos

nadie nos lleva
nos trae la sucesión
la misma escarcha.



LA JORNADA DE MORELOS
La misma escarcha, de Alma Karla Sandoval

Escrito por Salvador García
Domingo, 20 de Septiembre de 2009 00:00
Este niño que fui y me
empeñé en seguir siendo
Leopoldo María Panero

Dónde queda Ninguna Parte?”, se pregunta el Yo poético del libro La misma escarcha, de Alma Karla Sandoval. Esta incógnita podría ser incluso la premisa vital del poemario. Ninguna Parte remite, por supuesto, a Nunca Jamás, al país de Nunca Jamás, aquel territorio idílico que James Matthew Barrie urdió para la dicha de Peter Pan, Wendy y Los niños perdidos. Y la analogía entre las dos obras nos permite vislumbrar dejos de una negación, no a la vida adulta, sino más bien al olvido de lo que hemos sido, fraguado desde la niñez en el caso de Peter Pan, en la juventud, en el caso de La misma escarcha.
El poemario es así un intenso recorrido por el discurso de una voz en proceso de maduración. Una voz que, como en un juego de espejos, le habla a un “tú” que no deja de ser ella misma. Desde ese espacio retórico, nos concede escuchar los cuestionamientos, matices y pugnas que le van naciendo en su derrotero hacia otro momento de su vida: “es esta vida/ donde se hunde la maldición de los insomnes/ sólo vueltas/ puntos de cruz y seductores sedientos/ sólo el verdadero amor de los amigos/ con su caliente abrazo al despertar la muerte”.
Sin embargo, durante el ritual iniciático, la voz no ensombrece por lo que posiblemente está a punto de perder. Es así que la nostalgia la convierte en lucha y el llanto en grito de guerra, en el desafío por conservar la inocencia, esa inocencia que nos conduce inevitablemente a combatir en batallas perdidas de antemano, creer en utopías y abrazar la vida hasta la muerte, aunque se termine con las palabras rotas: “Que no se apague el tiempo de dudar/ ni el ánimo de vivir en sus ojos salvajes/ que nadie queme esta mochila/ que lo logre/ sólo el amor con letras y vino entre libros”.
El camino hacia la muerte es acre y lo sabe la voz poética de La misma escarcha. Llegar a un nuevo territorio en la existencia implica apropiarse de cánones y conocimientos casi nunca idóneos, dispuestos a malgastar los sentidos y a horadar consciencias con información tan gris como el abandono o el olvido de lo que creíamos era nuestra razón de ser. En alguna parte del poemario, se asesta: “Con que es esto/ con que así se come/ y viene la náusea/ con que no hay sonido/ ni más besos baratos/ ni más droga de lengua/ ni más oscuridad/ alimentando los ojos/ tapando las estrías”.
Mientras el camino continúa se dan algunos sesgos de aclaración en la poesía de Alma Karla. Y eso también es destacable. “La pampa va por dentro”, asegura el Yo poético. Como por dentro van las desilusiones y los días andados, los sueños preñados de buenos deseos y la maravilla del encuentro amoroso que siempre es desgarrador; por dentro, “la camisa de once varas”, como se asegura en el libro, y por dentro también la libertad necesaria para ser –se nos dice en La misma escarcha, lo que recuerda también al Principito–, para ser pues “pequeña zorra sin un diente/ diminuta huyendo del arco iris”; por dentro, la necesidad de cuestionar y asegurar desde un punto infranqueable: “te vas morir por no hacer lo que deseaste/ y por hacerlo despiertan los cuchillos/ mirando cómo bailan se nos va la vida”.
Y si se cuestiona: “¿dónde queda Ninguna Parte?” La respuesta que ofrece el poemario es múltiple y única a la vez. Ninguna Parte queda en todos lados y en ninguno, aquí y allá, tras de los párpados y frente a ellos, en las palabras y en las bocanadas de silencio con que se teje la verdadera poesía, y el juego del oxímoron es válido en tanto que la voz, el yo poético, la esencia tras la máscara del discurso del libro, es decir, el autor, en este caso la autora, la poeta, Alma Karla Sandoval, se sabe y sobre todo se reconoce entre la congregación de esos seres que le apuestan a la palabra como la única vía de salvación durante el naufragio, por eso se atreve a señalar: “y aquí soñando el éter del destino/ los poetas en tiempo de hambre y duda/ volvemos a raspar el corazón del segundo/ el libro con puertas y callejones”.


“La verdadera resistencia es la poesía”, asegura Karla Sandoval
Escrito por JORGE SIFUENTES CAÑAS
Miércoles, 23 de Septiembre de 2009 00:00



CUERNAVACA. De origen espontáneo, con textos creados con entera libertad para su blog personal, la escritora y poeta Alma Karla Sandoval conformó el poemario La misma escarcha, publicado por la editorial veracruzana Letras de Pasto Verde y presentado en la reciente Feria del Libro del Jardín Borda. Aunque la intención no era propiamente publicar un libro, a partir de los textos escritos bajo cierta unidad, temáticas y preocupaciones comunes, “sobre todo los temas, vocabulario, los colores y las imágenes”, la autora encuentra una “vuelta al origen; porque el yo poético se nota que estuvo buscando otros escenarios, otros centros lingüísticos para tomar riesgos también con la palabra”, revela en la entrevista con La Jornada Morelos.
Algunos de esos textos fueron leídos en febrero pasado, durante un encuentro de poetas iberoamericanos en Villahermosa, Tabasco; “muchos de ellos sin título, sin mucho rigor pero muy íntimos, como esa ropa no tan limpia pero tampoco tan sucia que tienes en tu casa. No están cortados, como dicen en algunos talleres que deberían estar los textos. Ahora me doy cuenta que esa textura de sentido inacabado que puede tener La misma escarcha, le da mucha identidad al texto; es un tono muy íntimo que retrata algunos paisajes de la región morelense, el tizne que cae en la región del ingenio, de los cañaverales de Zacatepec y Jojutla, el calor, las tierras verdes, las montañas azules. Ese paisaje que mis ojos devoraron en la infancia; algunos de los textos son casi viñetas de lo que fue mi infancia en la región sur del estado de Morelos”.
Alma Karla Sandoval define su poesía en función de una “respuesta deseográfica, de lo que me gustaría que fuera mi trabajo. La búsqueda en el poeta es el faro principal para poder entenderse; como que los poemas lo encuentran a uno, necesitan salir, hay una energía extraña. No soy muy afecta como muchos otros poetas a hablar de inspiración o de magia, me parece que tiene que haber mucho trabajo en el oficio, porque lo es. Me gustaría una poesía que apuesta por el riesgo, por el salto lingüístico; creo que mi poesía no tiene versos bien planchados. Creo y deseo que mi poesía no conceda, no se escriba para agradar a todo el mundo en este país en el que solo unos cuantos leen poesía”.
Bajo esta premisa, revela no escribir para ganar premios de poesía. “Es duro, porque implica no utilizar ciertos artefactos, trampas, efectos; sonar un poco como Octavio Paz o sonar un poco como Bonifaz Nuño, sino respetar la tradición contra absolutamente todo. Tenemos una tradición de poetas en México que es seguida por muchos poetas latinoamericanos, porque me ha tocado verlo. Que bueno que no tengo certezas, tener certezas pierde la capacidad de asombro y perder la capacidad de asombro para un poeta es la muerte; pero siento, no se porqué, voy por el lado de Efraín Huerta y Roberto Bolaño”.
En su opinión, el oficio de poeta en México se resume actualmente “a ganarte dos tres becas, muy buenas, con más de cien mil pesos, que ayudan a pasar un buen tiempo sin tanta presión, con desahogo económico, y después obtener un trabajo en una universidad o en una dependencia de gobierno y obtener cierto prestigio. Es como el camino de los poetas oficiales que son muy buenos, contra los cuales no tengo absolutamente nada, que son oficiales no porque lo quieran ser sino porque las circunstancias de su vida los han puesto ahí. Quizá la poesía debería hacer algo más; un artista es la consecuencia cercana de su tiempo, de sus paisajes de lo que se esta leyendo, de los autores que flotan en el ambiente. Se ha contado mucho al respecto, pero hay que subrayar algo mas, la poesía no es que la tengamos que tomar muy en serio, no es que tengamos que tenerle todo el respeto del mundo, sino que es una extraña forma de vivir, un estilo de vida que exige compromiso y congruencia; no es un producto que se venda al mejor postor de un jurado. Entenderlo es difícil por los cantos de las sirenas en este México que tiene apoyos para la cultura importantes; sabemos que las becas y los premios que se dan por ahí, no los tienen muchos países de Latinoamérica”.
En este sentido, asegura, los jóvenes creadores mexicanos son realmente afortunados. “A veces siento que hay un sector de esa juventud creadora en México que no valora y que no aprovecha los apoyos de un mismo país, aunque los apoyos se vuelven en contra del joven escritor. Esto es un oficio duro”. Sin embargo, la poeta considera que la apuesta debe ser hacia los jóvenes. “La poesía siempre esta rodeando la mirada y los sentidos de los jóvenes; creo que hay un prejuicio, peligroso como lo son ya de por si los prejuicios, pero este si es serio. Se cree que los jóvenes de ahora no se interesan por leer, que son vacíos, frívolos, que no son capaces de asimilar una novela. Mi experiencia no va por ahí; mi experiencia me grita que cuando con pasión contagias la pasión por la literatura y por la poesía, cuando los chicos que no son tontos se dan cuenta que esto llena de pasión, de vida y de luz el tiempo que están en la tierra, se dan cuenta que no los estás engañando, que la literatura te convierte en un ser de alta tensión, con todos los sentidos despiertos, en el aquí y en el ahora, comprometidos con las causas y con los problemas reales, que no es algo sacralizado que no puedan entender; inmediatamente ellos entran al libro, leen poesía y muchos sin saberlo tienen ahí en sus computadoras poemas que no se atreven a mostrarle a nadie; porque la poesía es íntima; en la juventud no va a desaparecer la necesidad de leer y de expresar lo importante, lo profundo, los sentimientos, las preocupaciones, las angustias”.
De hecho, reflexiona antes de concluir, hay quien dice que los mejores poetas son los menores de treinta años; “aunque después ya te conviertes en novelista, porque todo lo que tenías que sentir por primera vez y con pasión inaudita, ya lo dijiste antes de los treinta; y me parece que también es un prejuicio. Los promotores de lectura primero tienen que estar verdaderamente contagiados del mal y vivirlo; la literatura no es una asignatura árida y mucho menos pendiente. Tenemos el compromiso, los que queremos que los jóvenes de este país lean y sean cada vez seres humanos más completos, de ser honestos con nuestra pasión por la literatura, porque es una forma de conocimiento y que han resistido tantos embates en el tiempo. Ahí están los clásicos, que aguantan todo, es una vertiente de la literatura que me emociona; creo que dentro de la poesía en sus meridianos, en sus secretos, en sus extrañas relaciones semánticas, plásticas y rítmicas; ahí esta la verdadera resistencia”.

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